Los errores son como clavos puestos en una pared. Se ofrecen disculpas, pero ha dejado una huella en la pared interna de cada corazón. Es necesario pensar antes de actuar. Si reflexionamos antes de accionar, podríamos controlar las emociones fuertes que nos gobiernan, si no lo hacemos nosotros mismos.
La confianza se otorga, pero se limita por las acciones. Es necesario meditar qué hemos hecho durante el día. El proceder hacia los demás. Al examinarnos, puede ser que un suspiro de angustia brote de nuestros labios. Si fuera de esta manera, es meritorio acudir y pedir disculpas de todo corazón y pedir la ayuda de Dios para no perpetuar los mismos errores.
Un error es sinónimo de fracasos, tal vez derrotas, faltas...en fin incomodidad. Es de sabio enmendar nuestros errores y es de cobardes el no reconocerlos y aceptar que hemos fallado. El cuerpo se enferma. Los órganos internos se llenan de resentimiento. y el corazón... su ritmo cardiaco, se altera. Sube la presión sanguínea y los latidos se tornan más débiles y dejamos de ser nosotros mismos y surge otra personalidad sujeta a pasiones desordenadas que nos gobiernan sumergiéndonos en la esclavitud del odio y el dolor.
¿Qué hacer? Piensa en las consecuencias. A paz nos ha llamado Dios. Si la paz y la tranquilidad depende de nosotros mismos, es meritorio enmendar nuestros errores y seguir luchando con ahinco por nuestras metas y propósitos que Dios tenga con cada uno de nosotros en esta tierra. En aquél día tendremos que dar cuenta de todos nuestros actos a Dios. ¿Qué le vas a decir? No tendremos justificación alguna ante su presencia.
En el laboratorio de la vida se hacen muchos experimentos. ¡Que tal si comenzamos a pensar en el que está a nuestro lado como una persona que Dios ha permitido que esté junto a nosotros para enriquecerle su camino con buenas acciones de parte nuestra! Para ayudarle cuando esté pasando por el día malo, que a todos nos llega en un momento dado. Es preferible consolar que ser consolado. Sufrimos menos y crecemos más porque dependemos de Dios para obrar en favor del necesitado.
Nuestros errores nunca pasan ni se olvidan en la persona a quien le fallamos. Tan solo queda una esperanza leve...esperando que no se repita la misma historia...el mismo error. Aprendamos de los mismos y no olvidemos el daño que podemos ocasionar. Torna tu mirada a lo alto y respuesta encontrarás porque Dios no llega tarde ni se olvida de nosotros. Está dispuesto a levantarnos cuando caemos y espera que ayudemos y levantemos a los que nos han fallado y a los que también nosotros le hemos fallado. No permitas que los tuyos sufren por la dureza de tu corazón. Si no puedes perdonarlos, Dios es el único que puede darte el amor y el perdón para los que nos han fallado y han cometido grandes errores en contra nuestra.
Me gusta reconocer cuan frágil soy, porque en Dios tengo mis fuerzas para perdonar y seguir adelante en este arduo caminar. En su palabra nos habla de los errores que cometieron los grandes siervos del Dios altísimo y me encanta aprender de la forma en que él los levantó por amor a su nombre.
Concluyo, es interesante aprender de los errores pasados, sí y solo sí, al examinarnos encontramos que en los mismos la mano de Dios nos ha formado y continúa dándonos la forma como él quiere.
Dios transforme tu corazón y te permita ver la necesidad de los demás para que juntos enjuguemos el llanto de esta humanidad.
Nancy Vélez
domingo, 11 de marzo de 2007
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